El sueño en color de Robert Doisneau
El sueño americano de Robert Doisneau es en color, o mejor dicho, en esos tonos pastel del desierto californiano que muchas veces ni parecen verdaderos colores. El célebre fotógrafo de El beso, el hombre que fijó con su cámara el retrato romántico de un París en eterno blanco y negro, convirtió su serie Palm springs en un viaje insólito en el que su mirada (melancólica y amable en casa) se tornó irónica y afilada en el extranjero. La exposición Robert Doisneau. From craft to art. Palm springs, 1960—cuya última parada está siendo en el Centro de Arte de Campredon de Francia— recoge este trabajo menos popular del fotógrafo (nacido en 1912 en un suburbio de la capital francesa y fallecido en 1994) y lo incluye en un recorrido que también cuenta con un centenar de fotografías en blanco y negro (la mayoría poco difundidas) y documentación personal facilitada por sus dos hijas.
“Al final de su vida mi padre decía que si hubiera tenido la posibilidad de volver a hacerlo todo, lo hubiese hecho en color”, afirma Francine Déroudille, quien junto a su hermana Anette trabaja desde hace años en la divulgación e investigación del legado fotográfico de su padre. “Supongo que lo decía en broma, pero aun así, creo que su imagen del fotógrafo del blanco y negro está lejos de la realidad. Si trabajó en ese formato fue principalmente por razones prácticas. La fotografía en color era carísima y además, no se conocía bien su longevidad. Curiosamente, hoy tenemos que proceder a la restauración de las diapositivas cada vez que queremos utilizar una imagen suya en color, así que en el fondo sus preocupaciones estaban más que justificadas”.
Recibió la formación de grabador litográfico y tipógrafo en París. En 1929 comienza a realizar sus primeras fotografías aprendiendo de forma autodidacta y leyendo las instrucciones de las cajas de emulsión para revelar. Comenzó a trabajar en un estudio fotográfico que posteriormente compraría al morir su dueño. En 1931 comienza a trabajar con el artista André Vigneau gracias a sus conocimientos como grabador, éste le introduce en el mundo de la fotografía como arte. En una entrevista con El País Semanal en 1991 contaba "Cuando yo empecé, nadie conocía a nadie. No había revistas que difundieran la obra de los fotógrafos más interesantes. Por eso la única persona que me influyó fue Vigneau. Era formidable: escultor, pintor, fotógrafo". En esta época también descubriría a Man Ray.
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