Texto Propio
Tras la patria y la religión, el escapismo más lógico y común es el fútbol, que resume ambos conceptos en un espectáculo para mí aburridísimo, pero de fascinación garantizada para la mayoría. Y así sucesivamente. El caso es no sentirse ni solo ni insignificante. Lo cual, en principio, no tendría por qué ser malo. El problema llega cuando se confunde voluntariamente el entretenimiento con la trascendencia. Por eso los devotos de la domesticidad ya saben, los que nos conformamos con cuatro personas que nos tengan aprecio solemos juntarnos con gente que, al igual que nosotros, es plenamente consciente de su irrelevancia. Por eso nos aficionamos al arte, a la literatura, a la música pop o a los cómics; cosas que nos distraen, nos hacen compañía, nos ayudan a vivir mejor, nos consuelan a veces y contribuyen siempre a que no nos vayamos de este mundo tan burros como cuando llegamos. Todo ello, sin incurrir en la maldita trascendencia, aunque estemos convencidos de que Orson Welles ha sido mucho más importante para la humanidad que la mayoría de políticos, cardenales y jugadores de fútbol...
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