martes, 10 de junio de 2014

Brasil pone en jaque la burbuja del fútbol

El Mundial arranca con el agravio popular por los dispendios, los retrasos organizativos y por la cuantía de las primas ● También se impone el desasosiego de los patrocinadores ante las corruptelas con Qatar 2022 y la multitud de lesiones por un calendario exprimido.






A la espera de que ruede la pelota y ver si todavía sirve de anestésico, la nomenclatura del fútbol afronta con espasmos una situación paradójica: ¿será precisamente en Brasil, su vivero más feliz, donde se le desinfle la burbuja? ¿Es posible que una cartelera con 64 partidos y 736 jugadores no pueda justificar el dispendio en un país que siempre fue la gracia por excelencia del fútbol? Por el eco que llega en Brasil, la tierra de Leónidas, Pelé y Ronaldo, la respuesta es no. Con el fútbol por bandera no vale todo y, a dos días de que se abra el telón de este vigésimo Mundial, la FIFA y su caladero político se encuentran con una oposición que ya trasciende lo popular. La calle, donde se priorizan otras necesidades, protesta contra el derroche y hasta los patrocinadores elevan la voz, temerosos de que se emborrone su imagen.


Un Mundial por las nubes

Brasil ya ha invertido unos 2.500 millones de euros en las 12 instalaciones del Mundial, más que Sudáfrica y Alemania juntas





Seis años atrás, cuando Brasil fue escogido para acoger el Mundial 2014, el país apostaba por mostrar al exterior que también tendría una actuación impecable fuera del campo. Sin embargo, incidentes como la caída de la grúa que provocó dos muertes en el Arena Corinthians (São Paulo) este miércoles puede tener el efecto contrario al dar margen a las dudas sobre la capacidad real de Brasil para soñar con grandes eventos.
Antes, ya hubo otros dos accidentes fatales relacionados con obras en los estadios. En junio del año pasado, un trabajador cayó desde una altura de 30 metros en Brasilia, durante la construcción del Mané Garrincha, y en marzo de este año, otra desde cerca de cinco metros en el Arena Amazônia, en Manaos.
Por si no fuera suficiente con las tragedias humanas, el país también tiene una actuación cuestionable en cuanto a gastos para garantizar la infraestructura del Mundial. La mitad ya ha sido entregada y el resto está cerca de cumplir el calendario establecido por la Fifa. Pero, en el análisis de los gastos para construir o reformar las instalaciones, Brasil ya ha superado la suma que Sudáfrica y Alemania desembolsaron para los dos últimos Mundiales.
El gasto para la reforma o construcción de los 12 estadios alcanza los 8.000 millones de reales (unos 3.400 millones de dólares, 2.500 millones de euros), según el Sindicato Nacional de Arquitectura y de la Ingeniería, que realiza el seguimiento mensual de proyectos relacionados con la competición.






EL FINAL DE LA PRENSA SATÍRICA 



A la abdicación del rey Juan Carlos siguió, apenas tres días después, la de seis dibujantes de El Jueves. Técnicamente hablando, la primera abdicación, la que provocó la reacción en cadena, fue la de Alfredo Pérez Rubalcaba, un hombre a quien lo de fundirse con las sombras le gusta tanto que ni siquiera quiso ser el muerto en el bautizo. También hubo tres directores de periódico a los que quitaron la silla meses antes del seísmo, pero eso no son más que preludios del terremoto real, igual que aquellas cintas de cassette donde se oía un eco fantasmal de la música segundos antes de que la música empezara.
El viernes, mientras almorzaba con unos amigos, discutimos las réplicas posteriores del terremoto, es decir, la abdicación en bloque de un sexteto de dibujantes cómicos. En general estábamos de acuerdo en que la portada era bastante floja en comparación con algunas de las salvajadas típicas de El Jueves, pero no parecía muy probable que hubiesen retirado sesenta mil ejemplares de la calle sólo porque en la Casa Real esperasen algo más fuerte. La portada, por si alguien no la ha visto todavía, consistía en una caricatura del rey que le pasaba a su hijo una corona floreciente de moscas y manchada de heces. Siempre me ha irritado la superioridad explícita del dibujo sobre la letra escrita: mientras que Salman Rushdie tuvo que escribir una novela de dimensiones considerables, a un dibujante danés le bastó con hacer un monigote de Mahoma para que casi pusieran precio a su cabeza.
Fuese orden directa desde la Casa Real o un canguelo repentino de los editores de RBA, nuevamente la portada prohibida ha logrado una difusión imposible de alcanzar para la versión no censurada. Algo semejante ocurrió con aquella caricatura de los futuros reyes en un yate: un chiste obsceno que, de haberse publicado, apenas habrían visto cincuenta mil personas y que sin embargo acabó dando la vuelta al mundo. Cuando le preguntaron en una entrevista en caliente al dibujante Guillermo si se arrepentía de lo que había hecho dijo que no. Y cuando le especificaron que si habría cambiado algo del dibujo respondió: “Sí. Le habría puesto más tetas”.
Las lecciones que se pueden extraer de esta historia son todas ellas obvias. Es prácticamente imposible censurar algo en estos tiempos de internet, porque el relato de la censura correrá mucho más rápido y más lejos que el dibujo. Otra cosa es que ese acto de censura no resulte inútil, porque no está la vida como para renunciar al curro en una de las escasas revistas satíricas que quedan en el mercado y que además es la decana de todas ellas. En una viñeta donde explicaba su decisión de abandonar el barco, el dibujante Albert Monteys transmitía la prohibición expresa por parte de RBA de hablar de la Casa Real en la portada: “En el interior, nos dicen, podéis hacer lo que os pete”. Lo cual quiere decir que una imagen vale más que mil palabras, al menos para los editores. Tengo la sospecha de que casi nadie leyó el interior de la revista, algo parecido a lo que le sucedió a Rushdie, cuya unánime condena vino cifrada en el título, en la solapa y en las noticias de la prensa. Me parece que él tuvo la mala suerte de que uno de sus pocos críticos atentos fuese Jomeini, a quien tampoco le haría ninguna gracia verse retratado como personaje de novela.


Artículo 18:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.


 



miércoles, 4 de junio de 2014

Texto Propio


Tras la patria y la religión, el escapismo más lógico y común es el fútbol, que resume ambos conceptos en un espectáculo para mí aburridísimo, pero de fascinación garantizada para la mayoría. Y así sucesivamente. El caso es no sentirse ni solo ni insignificante. Lo cual, en principio, no tendría por qué ser malo. El problema llega cuando se confunde voluntariamente el entretenimiento con la trascendencia. Por eso los devotos de la domesticidad ya saben, los que nos conformamos con cuatro personas que nos tengan aprecio solemos juntarnos con gente que, al igual que nosotros, es plenamente consciente de su irrelevancia. Por eso nos aficionamos al arte, a la literatura, a la música pop o a los cómics; cosas que nos distraen, nos hacen compañía, nos ayudan a vivir mejor, nos consuelan a veces y contribuyen siempre a que no nos vayamos de este mundo tan burros como cuando llegamos. Todo ello, sin incurrir en la maldita trascendencia, aunque estemos convencidos de que Orson Welles ha sido mucho más importante para la humanidad que la mayoría de políticos, cardenales y jugadores de fútbol...

La rebelión catalana es lo mejor que le ha pasado a España

El periodista Antonio Baños publica 'La Rebelión catalana', un libro en el que retrata el proceso independentista como "un refugio para todas las fuerzas de la España rebelde que también quieran huir de la monarquía carca y del régimen setentayochesco"
A continuación reproducimos un capítulo del nuevo lanzamiento de eldiario.es Libros, el quinto tras '¿Quiénes mandan de verdad en España?', de Carlos Elordi; 'Las 10 mareas del cambio', de Juan Luis Sánchez; '¿Y tú qué miras?', de Mariola Cubells; y el colectivo 'El relaxing café con leche y otros hitos de la marca España.         La Via Catalana a su paso por la playa barcelonesa. /ENRIC CATALÀ





Contra lo mismo y hacia lugares diferentes
"Si estás con nosotros
estás contra ellos"


Creo seriamente que el movimiento independentista es de mejor que le ha pasado a España en los últimos años. Mundial aparte. Y no, no es una boutade ni una provocación. Es una invitación política. A la demolición (controlada y sincronizada sería ideal) del R78 [régimen del 78].
Eso que Jordi Borja ha bautizado creo que acertadamente como Movimiento Popular Catalán (MPC) desligándolo, aunque sea para su uso y observación, de las cuatro barras y yendo a su músculo desnudo: gente organizada en la calle. Gente que además ni intenta la reforma del R78 sino su superación y que lo quiere hacer ya, en pocos años.
De hecho, el mismo tipo de gente que pudo estar en Sol, las mismas demandas de las mareas, la misma clase media depauperada, estudiantes, profesionales y el trabajador organizado. El mismo vértigo a la sociedad que nos han dibujado para cuando salgamos de la crisis. La misma desconfianza hacia el poder financiero de la troika y de Bruselas pero con un proyecto diferente, es cierto.
Y aquí es donde llegamos a uno de los meollos del problema. Utilicemos una encuesta reciente sobre las formas de Estado. Venía a decir que una parte territorializada de los españoles apostaba por un Estado unitario. En concreto, el 40% de los murcianos quería el Estado centralista mientras que, digamos, un 40% de los catalanes quiere la independencia. ¿Qué hacemos?, ¿cómo se soluciona esto?
Muy sencillo. Con libertad. Porque en este caso, el catalán no quiere obligar a un murciano a independizarse de España. Sin embargo,  muchos sí creen poder obligar a los catalanes a vivir tal y como ellos quieren. Viene aquí la otra palabra que lo solucionaría todo: plurinacionalidad. En España hay varias naciones políticas. Se divide la soberanía y entonces la vieja noción de libertad de los pueblos rearticula los que quieren centralizarse con los que desean bilateralidad.
Dos palabras, libertad y plurinacionalidad que no hacen daño a nadie y que, también, romperían el consenso mítico en el que se basa el R78 que, por si no lo han notado, es también  en sí mismo, un sentimiento identitario.
Abundemos pues en la divergencia de intereses entre los destituyentes españoles y los catalanes.
Uilizaremos ahora la metáfora del divorcio que no es la mejor pero que nos interesa. Con ella, podemos afirmar que la gente, en general, se divorcia DE no CONTRA. Es decir, el divorcio es una renuncia, una deserción, una derrota al fin y al cabo. En ningún caso un conato de agresión. Marchar no es agredir, es el movimiento contrario. Pos eso marchar de España no puede ser nunca una agresión, es conceptualmente imposible. Puede ser una decepción como lo es también para muchos catalanes comprobar que no nos encontramos a gusto dentro de este proyecto. La independencia catalana tiene, según se mire, un aire de derrota, de dimisión, de renuncia y tristeza por todo aquello que podía haber salido bien. Pero tras ellos, se abre la posibilidad fresca de una nueva forma política y de una relación igualitaria y respetuosa entre los pueblos de España. O, al menos, entre los catalanes y los demás.
El divorcio catalán es con el Estado español, no con los españoles. Eso es clarísimo e innegable. ¿O es que alguien piensa que un indepe con familia, novia, socios o recuerdos en cualquier lugar de la Península desea romper con ellos y no volverlos a ver? ¿Acaso el independentista, como aquellos viejos comunistas del franquismo, vuelve a tener rabo y cuernos?
No puede haber agresión ni insulto en la constatación de que estamos mal gobernados. Todos. Catalanes y el resto de pueblos españoles. Que el proyecto ha fracasado, y no por odio entre nosotros. No porque nuestras religiones, acentos o procedencias nos hayan separado. Ha fracasado porque quienes llevan casi cuarenta años gobernándonos nos han alejado. Nos han alejado del poder, de su examen y fiscalización. Y nos han hurtado de la agenda los temas relevantes que no podían tocarse en el 78 y que han desaparecido totalmente del debate. No es que no podamos vivir juntos, es que no podemos vivir bajo la misma oligarquía, la misma estructura de poder descarado e inamovible. Desde La Caixa a la duquesa de Alba. De la Audiencia nacional al Círculo Ecuestre.
Nosotros marchamos con el mensaje hacia los otros españoles de que les esperamos. Los catalanes nos piramos de este Reino de Zarzuela con la confianza de que pronto lo harán los otros. "Pero estoy seguro de que la mayoría de catalanes no quiere salir de España: quiere salir de esta España, que no es lo mismo. Pero es que de  esta España somos muchos los que queremos salir". Eso escribía Isaac Rosa, que es una buena persona, después de la Diada del 2012 en eldiario.es. Y es esta una idea que encuentro especialmente excitante: hacer de la República Catalana un tema de orgullo y un refugio para todas las fuerzas de la España rebelde que también quieran, como nosotros, huir de la monarquía carca y del régimen setentayochesco.
Cuando el capitán Maia y sus tanquistas de la Escola Práctica de Cavaleria ayudaron a derrocar la dictadura portuguesa durante la Revolución de los Claveles, muchos españoles bajo la bota franquista vieron en ese movimiento un gesto premonitorio de la libertad próxima. ¿Por qué hoy no se puede ver la Rebelión Catalana con una sensación similar de aire fresco y de libertad ciudadana soplando en este caso desde el Levante? ¿O es que sólo porque sea catalana ya no puede/debe ser útil una rebelión para cualquier pueblo?
Estoy convencido de que muchos españoles razonables están deseando tanto como nosotros que la rebelión llegue a buen puerto porque eso significará sin duda alguna el fin del 78 y la necesidad de establecer nuevos periodos constituyentes. Por lo tanto se puede asegurar a todos los españoles que los esperaremos con la mano abierta al otro lado de la libertad. El proceso destituyente catalán no es ni ajeno ni agresivo con aquellos movimientos y personas que también quieren destituir las estructuras del 78.
Por lo tanto, considero inteligente que todos aquellos que pretenden la sustitución radical del régimen abandonen sus prejuicios étnicos o identitarios y vengan a conocer y (como dicen los capitalistas) sinergizarse con nosotros. Somos catalanes pero también somos personas.  Somos también republicanos.

lunes, 2 de junio de 2014


Ser esclavo en el siglo XXI

Una mujer de Sudán del Sur desplazada por las luchas internas recoge grano en Lul, en lo alto del Nilo. (Reuters)


De costa a costa, las huellas del pasado recorren la frente de Simon Aban Deng. Durante décadas, su rostro escarificado, plagado de carreteras de dolor, le ha servido de carnet de identidad. Deng es de etnia shilluk, una de las mayoritarias de Sudán del Sur, país independiente desde julio de 2011. Sin embargo, las cicatrices no sólo se muestran en su rostro. Con sólo nueve años, Deng fue vendido como esclavo. Piense en su hijo, su nieto o sobrino. Piense en un rostro que ponga dolor personal a la historia de este hombre. “La comunidad internacional no está haciendo suficiente para acabar con la esclavitud”, dice a El Confidencial Deng, que ahora reside en Estados Unidos.
Como él, decenas de miles de sursudaneses han sido secuestrados y empleados por su vecino norteño como esclavos en las últimas tres décadas. Sin números oficiales, este apunte: sólo en el periodo comprendido entre 1983 y 2002 y en la región concreta de Bahr el Ghazal y el Estado de Warrab, más de 10.000 personas fueron raptadas por milicianos murahaliin al servicio de Jartum, según cifras del Sudán Database Abductee.


“La esclavitud se ha dado durante siglos en el norte de Sudán”, asevera Deng. Este miembro de la etnia shilluk tuvo “suerte”, fue esclavizado tan sólo durante tres años y medio en la ciudad de Kosti, al sur de la capital de Sudán, Jartum. Un tiempo en el que fue apaleado, trabajó de sol a sol y durmió con las bestias. Sin embargo, con doce años, por pura casualidad, cuando realizaba un recado para la familia que lo mantenía retenido, se encontró con tres miembros de su misma etnia, a quienes reconoció por sus cicatrices faciales (en aquel momento, el rostro de Deng aún no contaba con estas huellas). Finalmente, con la ayuda de estos fue liberado. Ahora reside en Estados Unidos, donde es uno de los principales activistas en contra de la esclavitud.
Su caso no es único. “Cada noche y antes de dormir, mi amo me ataba a las patas de su ganado para asegurarse de que no me escapara. Su castigo, brutales palizas”, denuncia Ker Aleu, a quien las prácticas sádicas de su propietario (llegó incluso a introducir chiles en las cuencas de sus ojos) le provocaron una ceguera perpetua. Y estas prácticas no sólo suceden en Sudán del Sur. Por ejemplo, en Mauritania, último país del continente africano en abolir la esclavitud (la más reciente ley data de 2007), se estima que en la actualidad entre el 10 y el 20% de la sociedad todavía sobrevive bajo el yugo de la servidumbre.
Alejado a miles de kilómetros de su cruel pasado, el activista Deng no olvida. Precisamente, para este sursudanés, la actual crisis que atraviesa su país de origen puede ser caldo de cultivo para la aparición de nuevos esclavos. Desde finales del pasado año, un conflicto entre simpatizantes del exvicepresidente de Sudán del Sur, Riek Machar (depuesto de su cargo en julio), y el presidente del país africano, Salva Kiir, amenaza con reabrir las heridas tribales en la nación más joven del mundo.


Soldados del Ejército regular tras tomar Kadogli (Efe).


“Lanzaderas” de inmigrantes 
Las matanzas también se prolongan: por ejemplo, recientemente, Human Rights Watch documentaba cómo, en la noche del 15 de diciembre, las fuerzas del orden de la capital, Juba, detuvieron a cientos de hombres nuer y los condujeron a una dependencia policial del barrio de Gudele. Al día siguiente, y según testigos presenciales, hombres armados comenzaron a disparar de manera sistemática a través de las ventanas del edificio, matando a entre 200 y 300 personas.
“Hay sursudaneses volviendo ahora mismo al norte (Sudán). Aquí te tienes que preguntar: ¿dónde van a acabar? Porque ya no son bienvenidos en su país de origen”, denuncia Deng. “(Debido a la actual crisis), la esclavitud se ha convertido en un asunto secundario”, añade. No obstante, la falta de cifras oficiales y la ausencia de una definición clara sobre el concepto de esclavitud (el Gobierno de Jartum lamenta los secuestros o retenciones ilegales, no el oficialismo que durante siglos ha legitimado esta práctica) tampoco ayudan a verter luz sobre las tinieblas de la explotación y el abuso.